Por favor cuéntenos sobre usted y sobre “Küme Yeal”
Hace 20 años que he tenido la idea de crear esta empresa, “Küme yeal ta kuifi”, que era su nombre verdadero y que quedó como Küme Yeal. Küme yeal ta kuifi, es la buena comida del pasado o la buena comida antigua.
Me he dedicado a hacer un rescate y valorar la cultura nuestra, rescatar y apreciar el tremendo esfuerzo de nuestros antepasados, que se mantenga nuestra historia de la gente de nuestro territorio. Por lo tanto, cada una de las cosas tiene que tener una lógica, una pertinencia propia de nosotros y poder transmitirla a generaciones, que se mantenga en el tiempo, que no sea algo pasajero, que no sea flor del día que nace en la mañana y se muera en la tarde.
“Por lo tanto, cada una de las cosas tiene que tener una lógica, una pertinencia propia de nosotros y poder transmitirla a generaciones, que se mantenga en el tiempo, que no sea algo pasajero, que no sea flor del día que nace en la mañana y se muera en la tarde”.
Todo esto, que sea hecho con respeto, con conocimiento y que pueda llegar a cada una de las personas de la mejor forma posible, para que siempre caiga en buena tierra, que no sea siembra en el mar, que la mayoría de la gente los olvida y sigue con el común de la vida de todos. Que se distinga, que se note que es una gastronomía mapuche que tiene identidad, que tiene costumbres, que tiene puesto el corazón mismo de uno en las cosas que uno hace.
¿Este conocimiento lo aprendió durante su crianza?
Yo me crié con mi madre. Éramos siete hijos y a mi me pasaron donde mi abuela. Nuestros abuelos son los que ayudan a criar y traspasar el conocimiento, ellos son los que nos educan y enseñan, la cultura nuestra nunca ha sido escrita. El traspaso de conocimientos se hace de forma oral a través de cuentos, historias, uno va aprendiendo de esa forma qué es lo que me pertenece a mí, quién soy yo y para qué estoy aprendiendo. Con mi abuela recorrí muchos lugares viendo las ñañas, saludando a los enfermeros, yendo a otras comunidades, participando en los lepun, matetun. Desde niña, mis ojos se abrieron así.
Así, aprendí a tejer telar, hacía ñimin es su witral mapuche, salíamos a venderlos, tomábamos un barco a vapor de isla Huapi a lago Ranco nos subíamos al tren que iba a Río Bueno, La Unión y Valdivia y salíamos a vender las lanas teñidas con tintas naturales, con hojas, con cortezas de los árboles, los musgos de los palos. Siempre estuve a la par de ella…si ella tejía el telar, yo siempre estaba a la orilla ayudándole, ayudando a pasar la lana, a hacer la madeja, hay que aspar, hay que hilar, de chica aprendí.
¿Cómo y en qué momento decidió que la gastronomía era lo que quería hacer?
Toda la vida tuve el interés de tener un restaurante. Pasó mucho tiempo. Hubo un quiebre en mi vida y después de eso quise hacer algo que yo pudiera administrar, algo que fuera mío y que me represente . ¿Qué mejor que realzar mi cultura y hacer lo que yo sé para mostrarlo y compartirlo? Hubo gente que me dijo ¿quién te va a comprar comida mapuche?, ¿a quién le va a gustar eso? Yo soy muy llevada de mis ideas, por lo que no quise transarlo por nada. A los 13 años empecé a trabajar y en ese entonces ya hacía mi comida mapuche. No tenía problema en hacer un puré de arvejas o porotos con mote. Las personas lo apreciaban, me pedían pancito, empanadas de yuyo, empanadas de verdura. Ellos comían felices.
Después empecé con muy poco. Junté 700.000 pesos, arrendé una sede a unos pequeños agricultores y una pequeña cocinería. Ellos confiaron en pasarme la cocinería para que me parara. Estuve ocho años ahí. Me formalicé en el año 2008. Estuve ocho años arrendando y después compré mi sitio. Desde el año 2012 estoy en mi local propio. Mis hijos me ayudaron a construir este espacio que es una idea mía.
El Servicio de Salud no permite que uno tenga un piso de tierra, ni tampoco que tenga fuego acá adentro porque es contaminante. Quise que me dejen ese espacio (muestra el centro de la ruka, con un techo de vidrio en su centro), para que yo pueda tener contacto con las divinidades. Esto no puede ser una casa cerrada. Si no tengo el kutral, que es la vida de uno, debe estar la conexión con las divinidades estables. Así, puedo hacer una rogativa y hacer una entrega.
¿Cómo ha sido esta trayectoria?, ¿qué dificultades ha tenido y que apoyos?
Siempre hay dificultades, pero uno cuando se compromete debe saber eso y que va a tener que saber pararse. Esto tiene sudor y lágrimas, no es otra cosa. Me ha ayudado el INDAP con varios proyectos y es responsabilidad de uno cumplir. Cuando uno se propone grandes metas hay que tratar de cumplirlas y llegar como sea. Eso va dando fuerzas y fortaleza. Las dificultades trato de olvidarlas. Yo me divorcié y esa fue una dificultad, pero a partir de eso dije “soy capaz, mi Chao Dios y mis ancestros me van a ayudar”.
¿Cómo se abastece usted?
Por cultura, tengo mi propia huerta y nuestra tierra para sembrarla. El contacto con la tierra es maravilloso, no podemos perder eso. La naturaleza nos provee tantas cosas que uno es el malagradecido por no saber lo que podemos comer. Afuera tenemos muchas cosas silvestres, como los hongos, los tallos, las hojas, las raíces, que se pueden llevar a la gastronomía y que están presentes acá.
“El contacto con la tierra es maravilloso, no podemos perder eso. La naturaleza nos provee tantas cosas que uno es el malagradecido por no saber lo que podemos comer”.
Cultivo mi huerta con invernadero. Tengo muchos frutales, murta, frambuesas y sauco para hacer mermeladas. Este es un arbusto medicinal y que ancestralmente es ocupado en las comunidades, incluso para hacer los instrumentos de viento para los encuentros. Todo es 100% sin químicos. También tengo aguas lluvias para no utilizar el agua clorada de la red y el abono es de las composteras, lombriceras y abono orgánico. Tengo mis propias semillas y también hago trueke con ñañas cercanas.
¿Por qué es importante rescatar y preservar el conocimiento de la gastronomía mapuche?
Es parte de nuestro ser, este es un agradecimiento grande, que a lo mejor mis ancestros quisieron hacerlo y no estuvieron las oportunidades y ahora sí se puede hacer y mostrarlo con orgullo, para las nuevas generaciones. Si no hubiésemos tenido esa lucha de los antepasados, nosotros no habríamos existido, nosotros vivimos por ellos.
El sentido que tiene de alimentarse de forma natural, cada una de las especies que uno cocina tiene una propiedad medicinal, tengo muchas hierbas medicinales, aromáticas y silvestres que es conocimiento propio de ellos ¿Cómo no lo voy a querer?, ¿cómo no lo voy a guardar? Es importante que se traspase para la gente joven…ahora hay una cantidad de gente joven que si tiene interés y que sí respeta. Las nuevas generaciones están muy interesadas, me dicen: “Enséñeme señora Margarita ¿Cómo lo hace?, ¿cómo puedo comer de forma más natural?”
“El sentido que tiene de alimentarse de forma natural, cada una de las especies que uno cocina tiene una propiedad medicinal, tengo muchas hierbas medicinales, aromáticas y silvestres que es conocimiento propio de ellos ¿Cómo no lo voy a querer?, ¿cómo no lo voy a guardar? Es importante que se traspase para la gente joven…ahora hay una cantidad de gente joven que si tiene interés y que sí respeta”.
Siempre quise participar de esta gran cadena del turismo, no importa que sea el último eslabón. Lo importante es que no se pierda el sentido de ser Mapuche. Que cada uno ustedes es una visita en la casa, en lo que se les vaya a ofrecer, que haya respeto, que coman bien, en todas las preparaciones hay hierbas medicinales, hierbas aromáticas, están los lawen, están los tecitos de hierba, está el matetun…
¿Cuál cree usted que ha sido la influencia de su trabajo en la zona?
Acá viene mucha gente de todas partes, la gente lo valora y mucha gente me dice: “No hay otro lugar igual”, y yo digo: “Lo único que yo hago es hacerlo con cariño y con respeto”. Acá todos los días se hace algo nuevo, que esté fresco, agradable, bonito…Vienen a tomar mate, que estén cómodos, con agua caliente de tetera y a muchos les llama la atención. Yo quiero seguir creciendo en calidad. No quiero que mis clientes se conviertan en un número, cada uno es una persona, una visita y se le debe respetar como tal. Cuando las empresas crecen, los clientes son un número más y lo único que le interesa es echarse la plata al bolsillo y que le paguen y se vayan, y acá eso no es así. Ese sentido no puede cambiar, a lo mejor eso es lo que valora la gente.
Yo estoy todo el año, no sólo el fin de semana o el verano, yo estoy aquí y asumo los costos del invierno, porque en invierno hay días que no viene gente pero siempre hay que hacer algo: tejo mi telar, hago conservas, mermeladas, despasto el invernadero, siembro, voy a regar, voy a ver las aves, tostar, hacer harina, pisar trigo, hacer milcao. Siempre hay algo que hacer. Todo con el propósito de la comida mapuche, ese es mi foco y mi forma, y no lo voy a cambiar.
¿Cuál es la importancia de educar a las próximas generaciones respecto de alimentarse sanamente, de no utilizar químicos y de volver a alimentarse como antes?
¿Cómo no va a ser importante por tantas razones?, ¿usted sabe cómo tenemos este planeta? De ahí hay que pensar por qué es importante. Si volvemos a tener el conocimiento de nosotros no vamos a caer tanto en el consumismo como estamos. Si le hace falta un colador puede ir a su campo y buscar unos boqui y hacer un chaiwe, un canastillo y colador pero el consumismo nos ganó y vamos a comprar un plástico para colar, porque cuesta 2 lucas, y así hemos llenado el planeta por no pensar, por tener esa mentalidad consumista que todo se ve comprado. Y no nos fijamos qué compramos, compramos basura y mugre. Si usted me dice: “Tengo un canasto de cáscaras de papas”, eso no es basura para mí, eso me sirve tiene valor y es un tremendo aporte, pero si me pasa un plástico a mí no me sirve, eso es basura. ¿Con cuál se queda usted?, ¿con la canasta de cáscaras o plástico? Lo mismo es con la vida de nosotros porque ¿Qué estamos haciendo? Comiendo químicos, volvemos al consumismo, la gente va a comprar Coca-cola en lugar de lawenko…La Coca-Cola tiene químicos, preservantes, aditivos. ¿Cómo no va a ser valorable que la gente vuelva a rescatar lo nuestro, que vuelvan a comer sano, que se dediquen a tener un cultivo, que se sepa que no tiene químicos? La naturaleza nos entrega todo sano y ella es el mejor filtro para limpiar nuestros productos.
“Tengo un canasto de cáscaras de papas’, eso no es basura para mí, eso me sirve tiene valor y es un tremendo aporte, pero si me pasa un plástico a mí no me sirve, eso es basura. ¿Con cuál se queda usted?, ¿con la canasta de cáscaras o plástico? Lo mismo es con la vida de nosotros porque ¿Qué estamos haciendo? Comiendo químicos, volvemos al consumismo, la gente va a comprar Coca-Cola en lugar de lawenko”.
¿Cómo se enfrenta usted a las sugerencias que les dicen: “utilicen fertilizantes en su huerta”?, ¿cómo mantiene su decisión consciente de mantener su huerta agroecológica?
Yo soy muy porfiada, a mí no me convencen con cualquier cosa. Yo veo muy claro lo que estoy haciendo. Con químicos a lo mejor voy a tener más producción, pero ¿Eso contra qué?, ¿contra que yo me esté envenenando? Yo ni siquiera puedo comer pan comprado. Mis antepasados me alumbran de que no puedo volver atrás, que tengo que hacer lo que siento y lo que mi conciencia me dicta.
A la luz de su experiencia, ¿cuál es el rol actual de la mujer mapuche en la sociedad chilena?
Debemos dar credibilidad de nosotras, de lo que estamos haciendo, ser responsables y enseñar que ese respeto no se debe perder ante nadie, ante los jóvenes ante la sociedad, ante las instituciones. Debemos ser ejemplo y conservar nuestros valores que traemos desde las comunidades, de nuestra gente. Veo una sociedad destruida, tan mal, no hay comunicación. Tenemos que dejar el teléfono al lado y decirnos a la cara cuánto uno se quiere, porque después, no hay tiempo.
¡Síguenos en nuestras redes sociales!