Yohana, ¿nos puedes contar de tu crianza?, ¿por quién fuiste criada?
Por mis padres en Llanchid. Tengo un hermano menor. Nosotros vivimos siempre en Llanchid, siempre vivimos en la isla. Toda nuestra infancia fue allá, estudiamos en Llanchid. Es un lugar bien importante dentro de la geografía de Hualaihué o de la zona, llaman a la zona sur Hualaihué, porque claro, fue el primer lugar habitado, como más histórico del territorio. Llegaron tres familias desde Chiloé a vivir a Llanchid y eso implicó que llevaban buena parte de las costumbres chilotas y huilliches, las llevaban ellos en sus familias.
Llevaron el catolicismo también y pusieron una iglesia en la isla y un cementerio. Entonces eso implicó después que como estaba la iglesia, el cementerio, había que tener una escuela. Entonces, las escuelas se dieron en Llanchid yo creo que en 1900 más o menos, un poquito después. Nuestros antepasados llegaron en el año aproximado de 1870 a vivir a esa isla. Entonces todo se da allá. Vivimos en un contexto de una isla muy pequeña que no tiene más allá de 1 km de largo por medio de ancho. Suceden hartas cosas, o sea, está la Escuela, está la Iglesia, está el Cementerio.
¿Y cuántas personas viven en esa isla?
34 personas vivimos, fue una población de 60. Pero claro, producto de la educación, porque claro, la Escuela es unidocente, tiene desde primero básico hasta sexto. Entonces las familias que tenían más hijos se fueron porque cuando nos tocó a nosotros al menos estudiar, había un internado y era muy complejo vivir en un internado, sobre todo para gente como nosotros, tan como de islas, fue difícil eso. Entonces algunas de las familias decidieron irse, para que sus hijos puedan estudiar y después ya no volvieron. La última familia que salió de Llanchid, se fue pasado el año 2012, yo creo o antes del 2010, yo creo que un poco por la precariedad que se vive cuando se vive en isla. Porque claro, nosotros no teníamos energía eléctrica y no teníamos agua potable y el verano era complejo porque ya en octubre nos quedábamos sin agua y teníamos que salir a buscar el continente. Y eso es un desgaste finalmente para las familias, sobre todo cuando de alguna manera yo creo que se busca como este derecho de tener algunos servicios básicos.
Ellos se fueron y como a los dos años después tuvimos luz y tuvimos agua, entonces hoy día vivimos en esta isla que tiene energía eléctrica, eólica, tenemos un sistema de agua que sacamos desde el continente mediante cañerías submarinas, pasan nuestras cañerías por el mar y llegan a la isla. Tenemos una agricultura agroecológica, desarrollamos esa potencialidad de agricultura agroecológica.
Tenemos un cuidado del tratamiento de la basura, porque una de las cosas que es complicado para quienes vivimos en isla es que somos vertederos naturales del mar. Entonces, nosotros tenemos como una política de familias muy ligada al reciclaje, a la reducción y a la reutilización de cosas y al consumo responsable de comida, evitando las cosas enlatadas y los plásticos. Estamos desde el año 2013 más o menos, levantando campañas de educación ambiental, de cuidado de nuestra isla y de esta idea de tratar de avanzar en una isla sustentable. Bueno, tenemos la Escuela, que todavía imparte clases, hartos años ya, muchos, muchos años. Y mantenemos una cultura ligada a las formas de vida de una isla. Tenemos todas las garantías de alguna manera que tiene la gente que vive en la ciudad, sin tanto boche, porque vivimos en una isla.
“Entonces, nosotros tenemos como una política de familias muy ligada al reciclaje, a la reducción y a la reutilización de cosas y al consumo responsable de comida, evitando las cosas enlatadas y los plásticos”.
Yohana, en algún minuto de tu vida ¿tuviste que emigrar de la isla, para estudiar, para trabajar?
Cuando salí de sexto básico, tuvimos que irnos.
¿Con toda tu familia?
No, estaba en el internado de Hornopirén. Nos fuimos varios chicos de la misma edad que estábamos en el mismo curso, como cuatro creo, pero al internado. Toda la educación básica y media se terminaba en ese tiempo en Hornopirén. Pero ahora ya hay otro internado y otro liceo en Contao, que es el primer pueblo de Hualaihué. Entonces, nos tuvimos que ir para Hornopirén y quedarnos en el internado en séptimo y octavo, en la Escuela Básica de Hornopirén Antupirén, y posteriormente al Liceo Hornopirén. Todo en un internado. Estuve seis años en un internado, toda mi enseñanza básica la terminé allá, la enseñanza media y después vine a la Universidad acá a Puerto Montt, estudié acuicultura, soy técnico en acuicultura de profesión. Aquí estuve cuatro años, pero nos pilló todo ese tiempo el asunto del virus ISA.
Entonces, la Universidad tuvo que suspender la carrera porque no había posibilidades de trabajo, o sea, fue la crisis salmonera en ese tiempo. A los que estábamos estudiando también nos tocó bastante fuerte, porque no pudimos hacer las prácticas, tuvimos que congelar muchas cosas para retomar, para poder titularnos. Entonces, estuve acá [en Puerto Montt] y después volví a Hualaihué, porque trabajé en la actividad salmonera todos los veranos, desde que hice la práctica en el Liceo donde estudié, porque el Liceo tenía técnico en acuicultura también. Entonces, yo hice mi práctica del Liceo en un centro de cultivo, que después nos contrataba todos los veranos para enseñarles a comer a los pececitos. Nosotros salíamos de la Universidad y nos íbamos a los centros de cultivo, salíamos de los centros de cultivo a la Universidad. Casi no teníamos vacaciones, porque con eso pagamos nuestros estudios también.
Actualmente, ¿ejerces?
Actualmente no, porque después yo tuve una hija, mi hija tiene 17 años. Me casé y preferí ser mamá, porque la actividad o el trabajo de salmonera es muy complejo, sobre todo para las mujeres. Nos tocó con unas compañeras de la época de la Universidad abrir esos espacios para las mujeres dentro de las salmoneras, porque no estaban. Adecuar espacios, adecuar baños para mujeres. Nos tocó a nosotros hacerlo con peleas, no tanto con voluntades, sino más bien con peleas, porque no estaban esos espacios. Yo creo que hoy día la industria se ha ido modernizando, las mujeres sí han ido ganando espacios, sobre todo en los centros de cultivo salmonero. Pero yo veía que eso era un trabajo de 14 días, por 14 días. Entonces yo dije no, yo voy a criar a mi hija. Y yo veía, por ejemplo, a mis compañeros, que eran los hombres, que ellos iban cada 14 días a su casa, entonces claramente los hijos no lo conocían, entonces era como un desconocido. Y mi pareja también fue salmonero, y él lo vivió con nuestra propia hija, porque después yo salí, crié a mi hija, cuando él salía con los días libres, nuestra hija no lo conocía, era como “¿este señor quién será? “Ah, de veras es mi papá”. Entonces decidí ser mamá. En eso volví a vivir allí en Llanchid, decidí dedicarme a otras cosas, a la agricultura, porque claro, al vivir en una isla se mantiene toda esta tradición de la agricultura, de la pesca, como una acción, yo decía en mi tiempo, obligada, porque yo tenía que ayudarle de manera obligada a mi mamá. A sembrar ajos, papas, todo, a sembrar todo, saber de flores, saber de muchas cosas. Entonces, claro, yo como era niña, no me gustaba eso, porque era obligación, no tenía el tiempo de ir a la playa, sino que tenía que ayudar.
Cuando volví a Llanchid, cuando dije “ya voy a dedicarme a ser mamá y alguna vez mi profesión me va a servir”, ya tenía ese conocimiento para trabajar en la agricultura. Entonces mi mamá nos dijo “bueno, ahí hay una huerta, ni siquiera una huerta limpia, sino que hay un pedazo de pampa, ustedes trabajen” con mi wentru, que es de la zona de Osorno, mi marido, entonces él también era agricultor. Así que ahí como que empezamos a poner en práctica todas esas obligaciones de la agricultura. Y nos inscribimos en un programa PDTI del Estado y empezamos a tener invernaderos, empezamos a descubrir todo este mundo de las ferias. Entonces ahí como que mi lucha empezó a ser de evidenciar el rol y las contribuciones de las ferias de agricultoras en Hornopirén. Entonces, como peleando los espacios para que podamos trabajar allá con las mujeres. Fue bien bonito hasta la pandemia, porque nosotros levantamos muchas cosas allá respecto al rol y a educar a la población a consumir productos que nosotros sembramos, sanos, porque es lo mismo que comemos nosotros. Entonces me dediqué hasta la pandemia a ser agricultora, y bueno, y además yo soy tejedora, entonces ahí como que hacía como compatible las dos actividades. Y entre esos nació el liderazgo, o sea, el ser dirigente.
Actualmente vives en tu isla, y sabemos que eres una mujer Mapuche muy destacada en la defensa del mar y que tienes una destacada participación política también respecto de esta materia. En este contexto, ¿nos puedes contar cómo llegaste a asumir ese rol y cómo ha sido esa trayectoria?
Eso es precisamente una de las cosas que yo digo, que a pesar de todos los avances que hay en materia política, de la incorporación de la mujer, de estas ideas de feminismo y de todas estas corrientes que hacen que las mujeres podamos tener espacio, no fue tan fácil en mi caso abrirse al reconocimiento de mi función. Porque bueno, nosotros en el año 2009 levantamos nuestra comunidad en Llanchid, más que levantarla, la hicimos jurídica, porque siempre hemos sido una comunidad.
“A pesar de todos los avances que hay en materia política, de la incorporación de la mujer, de estas ideas de feminismo y de todas estas corrientes que hacen que las mujeres podamos tener espacio, no fue tan fácil en mi caso abrirse al reconocimiento de mi función”.
¿Eran una comunidad de hecho o de personalidad jurídica que les permite interactuar con el Estado?
Entonces eso también es una discusión que siempre hay que dar, que tiene que ver que hoy día, a propósito del uso del mar, hay mucha gente que dice oye, pero ¿cómo es posible que el Estado de Chile le entregue espacios costeros, marinos, de pueblo originario, a comunidades que tienen tres años? Entonces toca discutir que claro, que jurídicamente uno tiene tres años, pero de hecho, digamos, podemos tener 300 años. Hay una sociedad muy racista en ese sentido, que no nos valora casi por cómo nos vemos, como nos vestimos ahora, hoy día 2024. Pero cuando inicié siendo dirigente, constituimos la comunidad en el año 2009, yo dije: “ya, bueno, participo para tener algo distinto que hacer en el fondo”. Y claro, fueron otras mujeres, otras chiquillas, yo hice todo el trámite de juntar los papeles, cierto, toda la cuestión y yo nunca me imaginé que iba a ser la presidenta de la comunidad. Entonces terminé siendo la presidenta de la comunidad.
Y empezamos a hacer un ejercicio de conocer la historia de nuestra isla. Y nuestro objetivo como comunidad fue empezar a investigar de dónde veníamos nosotros. Y claro, porque como que asumimos de alguna manera, que somos indígenas y que tenemos una cultura propia. La cultura propia estaba asociada al mariscar, al pescar, conocer la marea, los climas, si va a llover o no va a llover, que se yo, la agricultura, las épocas de siembra, todo eso es parte de nuestra cultura. Pero nos faltaba elementos importantes como la espiritualidad, por ejemplo. Y nos faltaban elementos importantes como el idioma, que no lo sabíamos, porque al llegar estas primeras familias a Hualaihué, ya no hablaban chezungún y no practicaban la espiritualidad mapuche en este caso. Así que quisimos empezar a buscar esos elementos que nos faltaban y que nos siguen faltando, porque finalmente la búsqueda nunca termina. Y claro, empezamos a hacer esos ejercicios de entrevistar a las personas más mayores de nuestra isla.
¿Lo hicieron ustedes mismas?
Nosotras mismas hicimos eso, nosotras las mujeres, porque nuestra comunidad era mayormente de mujeres. Entonces ahí empezamos a buscar y que permitiera también dar a conocer Llanchid, porque las islas no se dan solas a conocer por solamente ser una isla. Podemos ver una isla ahí, pero es una isla no más. Pero quien vive en una isla no es alguien del continente que va a buscar quién vive ahí, cómo viven, qué hacen, no sé, vivimos nosotros. Y yo creo que es la responsabilidad de quienes vivimos en isla, de nosotros, colocar nuestro nombre en el pueblo. Y se sabe que hay una isla que se llama Llanchid y quienes viven ahí.
Nosotros nos dedicamos a hacer ese ejercicio de dar a conocer, por ejemplo, que vivíamos en Llanchid, que éramos jóvenes dirigentes y que estábamos tratando de buscar dónde hacer más, dónde presentar nuestras demandas. Así que a mí me tocó en ese tiempo trabajar esa parte. Justo en ese tiempo se estaba promoviendo y promulgando la Ley Lafkenche. La Ley Lafkenche se promulgó en 2008, cierto, y ya como en 2009 ya empecé a ser un poco más conocida. Y nosotros levantamos una solicitud de espacio costero de Hualaihué a fines del 2009.
Y claro, a nosotros nos llamó el presidente de la época, bueno, que todavía sigue siendo presidente de la asociación, para invitarnos a participar, porque ellos habían sabido de que había una comunidad en Llanchid de gente joven y que era bueno tratar de juntar todas las comunidades que había en la época. Y nosotros nos subimos a esta aventura del espacio costero. Y lo que yo creo que me marcó mucho fue que la gran mayoría de los dirigentes de las comunidades eran personas mayores. Personas mayores que habían tenido otro rol o habían levantado otras organizaciones, pero no una comunidad, las comunidades tienen una forma distinta de organizarse, de ordenarse, qué sé yo. Y yo contribuí con ser la que escribía todo, la de las actas, así como que yo tomaba las actas, todas las cuestiones de llevar todo claro lo que en la reunión se dijo todo explícito lo que se había conversado, para que no tengamos problemas. Entonces, fue mi rol desde el 2009 hasta el 2016 aproximadamente.
Entonces, bueno, le dije a los dirigentes: “yo soy técnico en acuicultura, algo sé de leyes, algo sé de cultivo, entonces yo puedo ser la asesora de ustedes, si ustedes quieren”. Porque claro, es complejo abrir el mundo de las asesoras del mar en grupos de gente adulta y donde hay un buen grupo de hombres que no te permite que estés ahí. Entonces yo ya en 2016 tomé el rol más protagónico de ser asesora, o sea, ser dirigente, asesora y todo lo demás. Desde ese año empecé a asumir mi profesión al servicio de las comunidades indígenas hasta la fecha. Y también no ha sido fácil, de partida no es fácil porque hay que discutir con grupos de hombres. En la actualidad asumí de ser asesora de la asociación. Y claro, ahí empezaron a asumir otras cosas, porque después ya asumí el ser representante de la Comisión Regional de Uso del Borde Costero. Quienes impulsaron que yo esté ahí fueron mujeres también de los territorios de Chiloé principalmente, y de mi propia provincia de Palena. Después ya empezamos a crear esta suerte de Red de Mujeres Originarias por la Defensa del Mar, precisamente para evidenciar el rol y las contribuciones de las mujeres que siempre han estado como relegadas a ser la secretaria, ser la tesorera o ser la que sirve el café. Entonces no es fácil esos espacios. Y eso es lo que a mí siempre me tiene en reflexión, porque yo respeto mucho los liderazgos de las personas mayores que tienen años de ser dirigente y que de repente se jactan “ Ah, es que yo tengo 30 años de dirigencia” Pero no ha evolucionado.
“Quienes impulsaron que yo esté ahí fueron mujeres también de los territorios de Chiloé principalmente, y de mi propia provincia de Palena. Después ya empezamos a crear esta suerte de Red de Mujeres Originarias por la Defensa del Mar, precisamente para evidenciar el rol y las contribuciones de las mujeres que siempre han estado como relegadas a ser la secretaria, ser la tesorera o ser la que sirve el café”.
Yo digo, “se puede tener 1000 años, pero si yo sigo teniendo ese sesgo de que tú solamente sirves para parir y cuidar a un hijo, no ha evolucionado y no me sirve todos los años que tenga de dirigencia”.
Entonces, si yo soy un dirigente con tanta trayectoria, en algún momento de su trayectoria tuve que darme cuenta de que las juventudes y los grupos sociales van cambiando, y las dirigencias también cambian, y la incorporación de la mujer es fundamental para los procesos. Entonces me toca como pelear con eso todavía.
Todavía.
Entonces yo digo está bien, o sea, usted podría tener un diplomado en gestión dirigencial, pero si no ha evolucionado como que no te sirve nada colgarte estrellas.
Yohana, ¿cómo ha influido en el ejercicio de tus labores habituales ahora como dirigente, el hecho de vivir en una zona tan aislada geográficamente? Porque tú viajas, ahora vas a viajar a La Moneda, a una reunión con el ministro, ¿cómo afecta en ese desarrollo de este rol el provenir de una zona tan lejana?
Yo creo que hoy día ya no es tan complejo. El tema es que hay que organizarse y sobre todo armar agendas, que es algo que he aprendido en estos últimos tres años a propósito de mi rol de representante de la Comisión Regional, que se van construyendo agendas donde se pueda hacer compatible todas las cosas que tengo que hacer, la familia. Yo creo que una de las grandes ventajas que tengo es que mis padres siempre me han apoyado en todo, en todo este proceso, me han acompañado todos los momentos buenos y malos, me aconsejan, me retan, toda la cosa. Y mi wentru [mi pareja], él ha sido también fundamental. O sea, entender de que en estos cargos de ser dirigente o dirigente, la familia cumple un rol importante. Si no te apoyan, o terminas separado, o terminas solo. No está tampoco en el consciente, creo yo, en el consciente de las sociedades más alejadas de la urbanización, el que ser dirigente no es solamente poner el nombre en el cambio de directiva y poner la firma cuando haya que hacer un proyecto, implica tener que salir y desplazarse a otros territorios para presentar la demanda. Y si no se está con esa convicción y la familia tampoco tiene esa convicción, no te sirve mucho ponerte la chapa de presidente. Entonces, en mi caso, yo me organizo todo, todos mis tiempos están organizados, al son de mi territorio, no al son de que yo quiero irme mañana a la hora que sea, no, es al son del tiempo que el territorio me dispone también para salir. Trato de ser compatible todo y también trato de tomar tiempo para descansar, porque finalmente cuando yo creo que las mujeres sufrimos ese tema, que tenemos tantas mochilas y tantas cargas, que también uno se autoexige que todo salga bien. Yo creo que es como nuestra costumbre de las mujeres, que todo esté bien, ordenado, que todo salga bien, que uno tiene que saber usar también cierta diplomacia para juntarse con ciertas personas, porque los hombres no tienen esa preparación. Uno hace siempre una preparación previa antes de llegar a un territorio, a algún sector. Los hombres no, pues, que yo creo que son como más al lote, llegan nomás y se van, pero en ese caso yo voy organizándome de acuerdo a los tiempos, todo tiene que ir sincronizado para poder responder a todas las invitaciones y poder estar en todos los espacios en los que se necesita acompañar.
¿Cuáles son las problemáticas que las mujeres Mapuche en tu organización han intentado visibilizar frente a las instituciones del Estado?
Sus contribuciones, su contribución en la defensa de sus territorios, el no ser escuchada, el no tener la preparación, no sé si académica, bueno, un poco académica, y un poco a no tener las preparaciones y los conocimientos necesarios para defenderse. Eso yo creo que es lo principal que todas las mujeres en este caso desarrollamos o queremos, buscamos la forma de buscar esos espacios, esos momentos, para seguir en este caso, fortaleciéndonos para estar siempre en la lucha, porque no es algo tan fácil, o sea, no va a venir, por ejemplo, alguien de un municipio a preguntarte: ¿oye, necesitas algo, necesitas capacitarte en algo? Los programas del Estado siempre están muy adecuados para que uno siga estando en la casa, no sé, las jefas de hogar…te abren una ventana. Claro, uno puede salir, pero ¿si no tienes cómo desarrollarte fuera de la ventana?, no tienes preparación, en este caso, para seguir evidenciando tus luchas.
A nosotros nos ha tocado eso, yo creo que es lo principal y no es algo que se termine solamente con haber puesto el nombre de un sector en cierto municipio, tiene que ver también con que se generan los compromisos por parte del Estado local de contribuir, educarte y ayudarte en todo eso. Es como lo que nos ha costado a las mujeres, yo creo que evidenciar cuánto contribuimos nosotras las mujeres en todo lo que es la dinámica social de un territorio, en mantener una cultura, una identidad.
¿Cómo ha sido el proceso de organización de las mujeres mapuche en torno a la defensa del mar?
Primero se tuvo que ver, que el mundo o sociedad Mapuche está marcada por el machismo. Entonces nos tocó hacer ese ejercicio de reflexión de entender que, en la defensa del mar no pueden estar solamente los hombres, siendo que del mar vivimos las familias. Entonces en ese sentido tocó hacer entender, a los hombres principalmente, de que nosotras también tenemos mucho que contribuir en esas demandas, porque finalmente mantenemos una cultura del mar, el conocimiento de las mareas, de los mariscos, qué sirve para tal comida, qué no sirve, etc. Entonces hay muchas cosas que nosotras aportamos y tocó decir a los hombres bueno, hoy día se creó una ley, la Ley Lafkenche, que mayoritariamente su cuerpo se refiere a los usos consuetudinarios o la costumbre ligada al mar. Y esa costumbre si tú la tuvieras que ver en porcentaje, casi el 70 o más por ciento de esa costumbre, la desarrollan las mujeres. Pero resulta que las mujeres no estábamos tampoco sentadas en esa mesa para discutir sobre esa costumbre, estaban los hombres hablando de nuestra costumbre y nosotros pensábamos que, si nosotros las mujeres buscamos el espacio y pedimos un asiento en esa mesa, íbamos a poder hablar desde nuestra boca cómo se ejerce esa costumbre. Igual ha sido complejo, porque en algún momento los hombres han pensado que nosotras queremos dividir las organizaciones, pero no entienden que si el hombre es buen dirigente, muy buen dirigente y su pareja o su compañera de lucha es igual de buen dirigente, que, si los dos hacen una dupla de buenos dirigentes, el territorio va a avanzar.
Igual ha sido complejo, porque en algún momento los hombres han pensado que nosotras queremos dividir las organizaciones, pero no entienden que si el hombre es buen dirigente, muy buen dirigente y su pareja o su compañera de lucha es igual de buen dirigente, que, si los dos hacen una dupla de buenos dirigentes, el territorio va a avanzar.
Costó un poco hacer cambiar esa idea, cuesta todavía, pero se han dado cuenta de que nosotras tenemos una forma mucho más ordenada de plantear las problemáticas y de buscar las soluciones y que las soluciones sean en corto plazo, no extender tantos años la solución, porque a la larga, mientras la solución se va dando, hay situaciones que están empeorando más el problema. Entonces ha sido difícil evidenciar el rol que cumplimos las mujeres en los territorios costeros, que se nos valore nuestra contribución mediante las tradiciones del uso del mar, mediante los liderazgos también, que hay mujeres muy fuertes que tienen mucho liderazgo, que saben realizar una oratoria quizás grande, no sé si de convencimiento, pero demostrar mediante su relato lo importante que es el territorio para ella.
Habemos otras personas que nos hemos dedicado al estudio más profundo, más jurídico tal vez de las defensas desde ese aspecto de esos territorios, donde ponemos en evidencia cómo ha sido vulnerable, en este caso las mujeres, sobre todo en el ámbito del mar que es tan complejo, porque igual el Estado ha cumplido un rol bastante malo y en ese sentido como segmentando a las mujeres por su capacidad de educación, por sus años.
Eso te iba a preguntar, ¿cómo ha sido la vinculación y la articulación de las organizaciones mapuche donde tú participas, con las instituciones del Estado?
Complejo, creo que es una de las cosas que nos ha tocado vivir, yo creo que aquí hay una intención de catalogarlo, ponerle dimensiones a todo, cómo ha sido el trato del Estado con los pueblos originarios y principalmente con las mujeres. Uno puede hacer el primer ejercicio que es en su propio territorio, los estados locales como los municipios, por ejemplo, no van adecuando programas especiales para las mujeres del mar. Entonces como que dijeron, “no sé, va a haber un programa donde todas tienen que recibir botas”, entonces todas tenemos que recibir botas, porque es así el mandato.
Pero no hay adecuación ni pertinencia cultural, ni territorial.
No, porque en el fondo es como que llegó este saco de algo para todas y no es lo que esa persona necesitaba. Entonces eso es complicado. Los estados locales, los municipios, no hacen ese ejercicio. Ahí estamos mal. O sea, estamos hablando de la capacidad que tienen los municipios para poder decir bueno, “yo conozco a mi comuna, conozco a la gente, conozco a las mujeres, por qué no voy y le pregunto: ¿qué requieren?”
Como autoridad puedo llevar esa problemática al Estado mayor, pero nosotros vemos, por lo menos en Hualaihué, que eso no sucede. Y después está el cómo algunos ministerios, principalmente, por ejemplo, el Ministerio de la Mujer, nunca ha tenido un rol, no sé si protagónico o de liderazgo, de saber en qué estamos las mujeres del mar. Yo además, hace años atrás participé de una mesa de mujeres indígenas a nivel nacional que levantó la CONADI, que creo que comenzó a fines del 2016, duró más o menos tres años. Nosotros levantamos una agenda de género de los diversos pueblos originarios reconocidos hasta ese año por el Estado. Entonces levantamos esta agenda en dos años y nos tocó mucho trabajo. Fue muy difícil finalmente, que esta agenda fuera considerada como una hoja de ruta para trabajar ciertos temas asociados a la necesidad de las mujeres.
Claro, cuando llegamos a esta mesa de 24 lideresas de los 12 pueblos originarios que habían en ese tiempo reconocidos, bueno, menos porque mapuche éramos siempre más, era bien extraño que existan mujeres defensoras del mar. Incluso me sorprendía, porque a veces ni en Rapa Nui, que viven en una isla, defendían tanto el mar como nosotras las Lafkenche, que éramos dos, nosotras pusimos con una lagmien de Lebu también las demandas del mar. Fue darse cuenta que las mujeres indígenas siempre han defendido la agricultura, la cultura, la gastronomía, la educación. Pero no habíamos tenido esta suerte de tener un grupo de mujeres que no es que tengan resuelto todo lo demás, sino que su foco de lucha es el mar. Y nos costó meter eso en la misma agenda de mujeres, imagínate. Que después el Ministerio de la Mujer pudiese tomar esa agenda como para decir bueno, ¿qué hacemos? Y todos esos años, desde 2016, fines de 2016 hasta la fecha, no hemos tenido un mayor acercamiento del Ministerio de la Mujer en temas indígenas. Yo no sé si en otros territorios se dará o no, pero particularmente en el caso de nosotras las mujeres Lafkenche, no hemos tenido un acercamiento. Recién ahora, recién ahora, a propósito de que la Ley Lafkenche está como en una discusión por una moción parlamentaria, ahora están las voluntades de este Ministerio de la Mujer de preguntar, bueno, ¿qué pasa si la Ley se modifica, ¿cuántos usos y vulneraciones van a sufrir las mujeres?
¿Y hay varias organizaciones de mujeres protectoras del mar en Chile?
O sea, todos los espacios costeros marinos que tiene Chile, que son de orden casi los 100 a nivel, desde Arica, a Punta Arenas, digamos, desde los Changos hasta los Yaganes. Porque la Ley Lafkenche no solamente la estamos usando el pueblo Mapuche sino que hoy día está el pueblo Chango, los Diaguitas, los Mapuches, con toda su diversidad de pueblos, con todas sus identidades de pueblo originario costero, los Kawésqar, los Yaganes. Somos cinco pueblos que estamos haciendo, o sea, cuatro pueblos haciendo uso de la Ley Lafkenche hoy día. En todos esos espacios costeros hay mujeres y mayoritariamente son mujeres que lideran las solicitudes a través de sus comunidades. Puede que a lo mejor están asociadas en sus diversos sectores mediante las asociaciones de comunidades indígenas, pero nosotras en este caso, hace más o menos dos años y medio aproximadamente, levantamos una Red, que es solo de mujeres, de espacios costeros marinos, de pueblos originarios, precisamente en la búsqueda de promocionar o de alguna manera poner en evidencia toda nuestra contribución y nuestras defensas y la necesidad que teníamos, que tenemos todavía, de seguir haciendo más evidente todos los atropellos que suceden en los territorios. No sé si existe, aparte de nosotras como Red, si existe otra organización donde está la identidad territorial Lafkenche que tiene su sede en Temuco, que en algún momento intentó tener como una línea para el trabajo con mujeres, pero no tuvo avance eso. Eso duró como dos años, creo, y no avanzó más. Nosotras hoy día, esta Red involucra a mujeres de El Budi, Quellón, Quinchao, Hualaihué, Chaitén y Kawésqar de Puerto Natales. Entonces estamos en expansión también.
¿Cuál es la incidencia que tú ves que han tenido estas organizaciones, actualmente?
Hemos tenido harta incidencia, porque nosotras partimos muy poquitas con la creación de un texto, hicimos un proceso de investigación en seis territorios, y en esos territorios nos tocó, bueno, a mí me contactaron a través de una antropóloga amiga y desde el Observatorio Ciudadano de Temuco me contactaron para poder ser entrevistadoras de otras lagmien y poder buscar mujeres que sean importantes para el territorio, que tengan características o empezando a tener una cierta experiencia de liderazgo. Fue complejo porque en el territorio nuestro, casi el 90% de las presidentes de las comunidades son mujeres. Entonces me tocó en mi caso, poner la experiencia de una mujer pescadora que es dirigente de una comunidad, una educadora tradicional y una chica que estaba en este proceso de la búsqueda de la espiritualidad del mar. Entonces creamos ese texto y claro, creamos el libro, así como para decir ya bueno, vamos a hacer un libro y listo, como un proyecto. Y resulta que después nos juntamos todas estas mujeres que participaron en el libro, fueron diez, 10 voces y nos juntamos a hablar, bueno, hicimos el libro, pero ¿qué viene ahora?, ¿nos quedamos solamente con hacer el libro o buscamos otra instancia de seguir fortaleciéndonos?, o ¿qué hacemos ahora? Entonces decidimos que íbamos a continuar y que íbamos a tener una red emergente con estas 10 mujeres e íbamos a invitar a otras mujeres más de los territorios para empezar a juntarnos y empezar a decir bueno, ¿qué podemos hacer ahora? Y nació la Red.
¿Cuáles son las expectativas que tienen ustedes?, ¿cuáles son los desafíos que se han planteado? Porque ya tienen identificadas las necesidades, tienen un plan de trabajo y tienen una proyección. Pero, ¿cuáles son las expectativas y los desafíos que ustedes quisieran alcanzar?
Yo creo que aquí nosotros nos hemos puesto metas bien realistas, en contingencia, digamos, de la coyuntura que vivimos como país y la coyuntura política. La expectativa que tenemos es que la Red pueda seguir como estructura, como red, ampliándose a más territorios y a más pueblos. Hoy día tenemos como primer desafío, como primer elemento positivo, tenemos la incorporación como aliadas a las mujeres de los pueblos Diaguita, Chango y Yagán. Ellas son aliadas de la Red, participan de las actividades que hacemos, pero no son todavía oficialmente parte de la Red, porque también hay que pasar un proceso que tiene que ver con buscar financiamiento, por ejemplo, para poder aportar y ayudar a sus territorios con capacitación, porque finalmente la Red busca eso. O sea, lo primero fue levantar desde nuestra perspectiva cuáles eran las principales necesidades territoriales que teníamos, porque todos los territorios tienen distintas necesidades, buscar financiamiento para poder capacitar ciertas cuestiones que había que fortalecer y empezar a levantar comisiones para abordar distintos temas. Esto nos tomó dos años, poder buscar financiamiento para que la Red pueda tener un trabajo constante, poder empezar a posicionarnos también como una organización de mujeres indígenas. Y empezamos por las redes sociales y ahí está todo nuestro trabajo. Pero también estamos hoy día dándonos a conocer en otros espacios. Pero eso no ha sido fácil. No ha sido un arranque tan fácil tampoco, pero tampoco tan difícil. Yo creo que ha sido un arranque bien en los tiempos que debía darse.
“Hoy día tenemos como primer desafío, como primer elemento positivo, tenemos la incorporación como aliadas a las mujeres de los pueblos Diaguita, Chango y Yagán. Ellas son aliadas de la Red, participan de las actividades que hacemos, pero no son todavía oficialmente parte de la Red…”.
Entonces la expectativa nuestra es ver si de este año para el próximo podemos incorporar a la Red, ya una red más nacional, con representantes de todos estos pueblos originarios que conté. Y el primer desafío es incidir desde lo político para evitar que se modifique la Ley Lafkenche. Ese es nuestro gran desafío. Y en ese desafío está ¿qué hacemos? Porque las redes de mujeres, como todas las mujeres, tenemos distintas habilidades y características. En ese mirar, hemos hecho comisiones de incidencia política que, en mi caso, yo soy parte de la incidencia política. Entonces yo además de ser parte de la Red, soy parte de la entidad territorial Lafkenche, estoy de representante interina de la Región de Los Lagos. Entonces me toca llevar esa protesta a la Moneda, y con todas mis líneas de trabajo, tratar de conjugarlo todo y proponer “esto es lo que nos está pasando”. Y si ustedes no hacen nada, nos va a pasar peor.
¿Sobre esto tienen ustedes reunión con el ministro para poder asesorarlo en esta materia?
Si, para poder decirle al Gobierno, que hay un problema de Estado. El Estado nunca ha resuelto de manera efectiva cómo cuida, cómo respeta nuestros legítimos derechos en los territorios. Y esto se lo decíamos nosotros, en este caso a sus asesores del ministro Elizalde y al subsecretario de pesca. No nos podemos pasar la vida entera quejándonos que el Estado nunca ha sido operante, ha sido bastante negligente, descuidado, ha tenido una inacción tremenda, porque esto pasa más allá del Gobierno. Y no podemos pasar la vida quejándonos…yo le dije al subsecretario de pesca “yo no voy a venir de mi isla Llanchid a escuchar su lloriqueo. O sea, yo también soy parte de ese llorar, pero yo quiero actuar. Y usted hoy día me está llorando y no me está dando algo concreto”.
Nosotros ya dejamos de ser estos pueblos originarios que nos decían “ah, no se preocupe, yo en una semana le soluciono los problemas”. No, nosotros no venimos por una semana, venimos por una cuestión que sea inmediata y que sea concreta. Entonces ahí toca decirle al Estado cómo debiera hacer las cosas.
Es como bien extraño esto, porque uno le está diciendo al Gobierno cómo debiera gobernar, pero toca hacerlo. O sea, yo creo que, en estos procesos de país, no podemos estar esperando que sean los gobiernos y con todos sus grupos académicos y muy iluminatis, puedan decir “bueno, es que ellos necesitan”, ellos no viven la realidad que tenemos nosotros. Y nosotros tenemos que llevar la solución del problema. El problema no lo ocasionamos nosotros, lo ocasionó el Estado con su negligencia. Y ahora nosotros le estamos llevando la solución del problema. Usted tiene dos acciones o busca la solución o la mira, si solo la mira, agudiza el problema. Yo creo que hoy día el Gobierno lo que está haciendo es agudizar los problemas, no está tratando de solucionarlo y eso nos preocupa a nosotros.
Te agradecemos este espacio y tu generosidad por compartirnos tu testimonio. Para finalizar, te quisiera preguntar ¿qué mensaje quieres transmitir a las niñas y jóvenes Mapuche que se están formando que se están formando respecto del rol de las mujeres?
Mira, yo creo que los jóvenes y los niños de hoy día tienen la oportunidad que no tuvimos nosotras. La oportunidad en el sentido de que cuando nos educamos o cuando vivíamos en nuestras niñeces, como yo decía anteriormente, nosotras siempre supimos mucho de nuestra cultura y la hemos mantenido. No sabíamos de espiritualidad, ni sabíamos de idiomas. Hoy día está la educación intercultural puesta en los colegios. Es una oportunidad de reencontrarnos desde niños con nuestros orígenes. Hoy día tenemos mayores facilidades de estudiar, hoy día está el Internet. Antes cuando yo estudiaba había que leer libros y muchos.
Entonces creo que los jóvenes Mapuche, los niños y niñas Mapuche hoy día deben pararse y ver dónde están hoy día sus pies puestos. Eso yo creo que es lo primero. Si tú no tienes los pies bien puestos, porque es coloquial, casi todo el mundo dice “tienes que tener los pies bien puestos en la tierra”. Sí, pero muchos lo ponen sobre el cemento y no se dan cuenta lo que tocan y lo que sienten. Entonces nos preocupa también que la tecnología está absorbiendo a nuestros niños y niñas de las comunidades, los está transformando en objetos casi como de imanes, ahí en el teléfono y estamos perdiendo nuestra cultura producto de la tecnología. No sé, siento que los jóvenes y los niños deben poner los pies sobre la tierra, los pies en el mar, literalmente, y sentir esas conexiones que te entregan esos espacios para poder entender de que nosotros no tenemos otra oportunidad, es decir, no tenemos otra casa donde irnos a vivir. Tenemos hoy día esta tierra, esta Región de Los Lagos, tenemos los bosques que por suerte todavía los tenemos. Si ellos no accionan hoy día y no se dan cuenta, y no se cuestionan las cosas, y no se preguntan y no investigan, lo que podamos hacer nosotras hoy día en defender este mar, si ellos no tienen la responsabilidad de continuar con esta lucha esto se va a perder y eso es un desaire para nuestra propia cultura.
Hay territorios en la Región de Los Lagos que tienen una cultura mucho más permanente, mucho más fortalecida. Este aspecto nosotros no lo tenemos en Hualaihué. Tal vez hay que recuperar eso. Tenemos el Feyentún para fortalecer esos espacios de estudio desde los conocimientos de la gente mayor y las tecnologías para complementar ese saber. Pero a mí me da la impresión de que los jóvenes hoy día no están poniendo los pies en la tierra, están muy pegados en el cemento y en el teléfono y no los está llevando a nada. Esto no es solamente de los jóvenes de las sociedades mapuche, sino de los jóvenes en general.
Uno ve de repente que hay tantos jóvenes perdidos y que probablemente no tuvo las oportunidades en una sociedad tan globalizada hoy día donde debe haber mayores oportunidades, vemos que siguen segmentados, segmentados a ser indígenas, se nos sigue viendo como incapacitados y eso es doloroso.
Esa es otra de las tantas luchas. Que nos dejen de ver con este sentido paternalista con que miran a los pueblos originarios, “nuestros pueblos originarios”, yo no soy de nadie, yo soy del lugar donde vivo. Dejar de vernos así, dejar de vernos que no somos capaces de avanzar, que no somos capaces de producir o de tener emprendimientos y propuestas;es como que otros tienen que hablar por nosotros, no. Yo espero que las juventudes o que mis nietos, en algún momento cuando tenga nietos, sigan la misma lucha, con más fuerza, con más herramientas que van a haber en aquellos tiempos y que sigan contribuyendo al cuidado de los territorios. Es nuestra responsabilidad. Hoy en día no tenemos otra oportunidad, no tenemos la posibilidad de volver atrás y tratar de resarcir lo que se hizo mal. Ahora tenemos que seguir adelante y evitar que se sigan haciendo cosas malas.
Muchas gracias Yohana.
Gracias a ti por la invitación.
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